Hoy he estado en la playa nudista, celebrando el cumpleaños de mi amiga Lidia, que ha cumplido sus buenos sesenta añitos. ¡Y quién lo diría! Aparenta tener ,al menos, veinte años menos.
Ella adora su playa nudista, así que ha decidido celebrar la fiesta allí.
Me he reencontrado con viejos conocidos a los que hacía años que no veía, y ha sido curioso ver a algunos de ellos bañándose desnudos en la playa…
Pero bueno, esa es otra historia.
Mi amiga Lidia ha tenido una tremenda fiesta de cumpleaños.
Se han juntado toneladas de comidas, bebidas y, cómo no, las consabidas tartas de cumpleaños.
Yo, que soy una forofa de las tartas, he conseguido probar cuatro, pero quedaban cuatro más.
No había neveras suficientes para guardar tanta cosa, pero el caso es que todo el mundo traía algo nuevo, por mucho que se les pedía que parasen ya de aportar cosas.
En fin: es algo típico de todas las fiestas.
Lo más pintoresco ha sido el momento de los regalos.
A alguien se le ha ocurrido la genial idea de elaborar un marco gigante de purpurina roja y plateada, que ponía feliz cumpleaños.
Y digo “genial idea” en tono irónico, claro, porque el resultado ha sido que todos los asistentes a la fiesta y varios decenas de personas que pasaban por allí cerca, han acabado impregnados de purpurina.
Han quedado muy relucientes, eso sí. Y yo tampoco me he librado.
Un regalo original ha sido un caballito de esos a los que se les echan monedas para que los niños disfruten unos minutos sobre su lomo móvil. A mí de pequeñaja me gustaban mucho y siempre se me hacía cortísimo. Pedía que le echaran más monedas, para seguir galopando, pero mi madre me decía que ni hablar. Y yo pillaba el clásico berrinche infantil…
Alguien ha pintado el caballo de forma artística y le ha dado un acabado antiguo, de modo que ahora parece uno de esos caballos de carrusel del año de la pera.
Y la locura ha sido cuando Alex, el marido de Lidia, le ha regalado una tablet muy moderna.
La ha encendido para enseñársela y él le ha puesto el juego boom beach un momento para que viera la calidad de la pantalla y el sonido.
Y esa ha sido su perdición: ya no ha habido ninguna otra cosa en la fiesta que a ella le interesara más que el dichoso Boom Beach.
Y lo más gracioso es que el final nos ha enganchado a todos.
Yo lo primero que he hecho al llegar a casa es descargarlo y disfrutar de la crionera capaz de congelar al enemigo y volverlo muy lento.
Y no satisfecha con eso, también me he puesto a descargar Hack para Boom Beach, y a ver ahora quién es el listo que puede con mis tropas, contando con diamantes ilimitados…
Y mira que a mí no me gustan los juegos. La verdad, no entiendo cómo me he podido enganchar tanto y tan rápido.
Menos mal que he ido al cumpleaños de mi amiga, porque apunto estuve de no ir por quedarme en casa viendo una película. ¡Lo que me habría perdido!.
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