viernes, 10 de noviembre de 2017

Como van cambiando los juegos

Los juegos van cambiando lenta pero inexorablemente. Los juegos de muñecas, tampoco son lo que eran.

 ¿Os habéis fijado en que la gente tiene juegos en todas partes? En el móvil, en la tablet, en el portátil, en el ordenador, en el Smartphone, en el iphone… Antes la gente guardaba los juegos en un armario o en un rincón del trastero, y casi todos eran juegos de mesa. Ahora es raro el niño que sabe lo que es un tablero físico de parchís, o de ajedrez, o de la oca… Desde pequeña, yo no era mucho de juegos. Prefería leer y escribir historias (de mayor, quería ser escritora), sin embargo, hubo algunos juegos que me marcaron.

El primero del que tengo memoria clara es el dominó. Yo no lo entendía, pero recuerdo a los hombres mayores jugando horas y horas. Un día mi abuelo me enseñó a jugar, y aunque no me disgustó, tampoco llegué a entender porque lo adoraban tanto. El segundo que recuerdo es el de las cartas. Mis padres y tíos se sentaban a una mesa, sacaban una baraja y las tardes se les pasaban volando con ese entretenimiento. Alguna vez pregunté cómo se jugaba, pero me explicaron unas cosas muy raras que no entendí. Ni siquiera quise probarlo. El tercero que conservo en la memoria es el ajedrez. A ese me aficionó mi hermano mayor. Él era por entonces una criatura adorable que se pasó horas explicándome con paciencia cómo se jugaba. Al final aprendí, aunque no por ello dejó de darme grandes palizas (al ajedrez, por supuesto). Creo que nunca le gané ninguna partida. A mí, más que el juego, me fascinaban las piezas en forma de caballos , torres, peoncitos, alfiles, reinas, reyes… A mi hermano le habían regalado un ajedrez de madera con una talla realmente preciosa. Todavía recuerdo el olor a pino de sus piezas y las bonitas expresiones de los rostros de las figuras.

Me parece que él aún lo conserva. Después de eso, llegó la tecnología y descubrí la consola Atari. A los jovenzuelos y a los niños ni les sonará qué es eso. En casa de mis padres yo sólo sé que entró una y en torno a ella se creó una gran expectación. Tenía yo entonces seis o siete años. Me aficioné al famoso comecocos, a un jueguecito del que no recuerdo el nombre que tenía un cañón en la parte baja de la pantalla que se movía horizontalmente y con él tenías que ir liquidando a un montón de navecitas, marcianitos y cosas raras que iban lloviendo de la parte superior de la pantalla…

Por último, llegó la etapa de los ordenadores. Mi hermano mayor se compró uno de eso prehistóricos, pero que en aquel momento, era la última tecnología. Mi juego favorito entonces fue el Príncipe de Persia, que con su espadita en mano, tenía que ir avanzando por unas pasarelas y unos caminos pintorescos… Pasé un montón de horas jugando con el príncipe. Hoy día en mi móvil, tengo la costumbre de borrar todos los juegos, porque si no me entretengo con ellos y se me quitan las ganas de trabajar. En el ordenador sólo tengo uno: el tetrik. Diréis que es muy aburrido y que pudiendo andar por ahí cazando pokémons, no entendéis que hago jugando a esa tontería. Pero a mí me encanta y me resulta muy relajante.

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