
Mira que han pasado años desde la primera vez que cayó en mis manos un video juego, que era precisamente el Super Mario Bros clásico. El argumento que hoy acostumbrado a los juegos multijador y en tres dimensiones, nos puede parecer hasta infantil, en aquella época era toda una revolución y tiene sobre todo algo que en mi humilde opinión, aún no ha sido superado y ni siquiera igualado por la inmensa mayoría de los juegos: la adicción. Eso de ir por las distintas pantallas de los creo recordar que eran ocho niveles del juego, dando saltitos por el reino del champiñón hasta rescatar a la princesa.
Me pilló en una época de adolescente y yo tenía mis fantasías y no me importa reconocerlo, con el encuentro entre el fontanero y la princesa rescatada, que suponía en agradecimiento, tendría al menos un escabroso detalle de índole cuanto menos romántica con su héroe rescatador, nuestro ínclito fontanero, y esperando ese fugaz escarceo amoroso, me pasé todos los niveles del juego, hasta que al final ¡no pasó nada! y yo me quedé con las ganas.
Aún hoy recuerdo ese final del juego cada que me pongo a jugar super mario bros clasico, que aunque ya se que al final no ocurre lo que yo esperaba, al menos el montón de horas de diversión que me pego con mi fontanero favorito, esas, no hay quien me las quite. Otra cosa del Super Mario Bros clásico que nunca he tenido a quien preguntar, es quien tuvo la idea de que fuera un fontanero y no cualquier otra profesión, como por ejemplo Indiana Jones que era arquitecto, aunque para rescatar a una princesa en el reino del champiñón y que luego no pase nada tierno, romántico, sensible, amoroso, sensual... cualquiera sirve. ¡Incluso Luigi!
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